Ni siquiera en tiempos de
pandemia se habló de un plan de austeridad. En las medidas de restricciones y
con los estados de emergencias solicitados por el gobierno y aprobados por el
congreso, ninguna de estas medidas contemplaba un proyecto de austeridad, apelando
a que el pueblo adopte medidas de ahorro en su ya mermado poder adquisitivo.
La piedra en el zapato
del gobierno del presidente Luis Abinader, ha sido el alza de los productos de
la canasta básica; la cual actualmente triplica en precio el valor del salario mínimo.
La motivación de esta sombría solicitud se debe a la incursión de Rusia sobre
el territorio ucraniano, principalmente en el asunto de los hidrocarburos,
intentando inducir un temor por el aumento de los combustibles, lo cual no escapa
totalmente la realidad, pero el pueblo ha aceptado de forma estoica el
incremento de los precios de los derivados del petróleo, semana tras semana,
mucho antes de escuchar los tambores de guerra.
Lo que el pueblo esperaba con el cambio es exactamente lo que ahora el gobierno pide. Es el pueblo el que le demanda al administrador del estado que se arrope hasta donde le dé la sábana. Que aplique políticas públicas que coadyuven con el ahorro estricto en la eliminación de gastos innecesarios, principalmente, eliminando botellas y doble nominas en los ministerios, evitando compras infructuosas, terminando con eventos millonarios de las instituciones, viajes que solo generan gastos, caravanas de funcionarios, reducción del consumo de gasoil y gasolina en los organismos estatales, en fin.
Existen mecanismos que el
estado puede asumir, aumentando su capacidad de ahorro, reduciendo sus gastos a
lo rigurosamente necesario. La sencillez y la moderación son condiciones
loables en los seres humanos; pero cuando desde el estado se pide que sean
asumidas estas aptitudes, esto representa un mayor golpe a todos los
dominicanos.
Jaime Bobadilla
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