
Ya sabemos que la delincuencia nos tiene a todos con temor en las calles y que las cifras, en lugar de bajar, aumentan. La educación dominicana deja mucho de que hablar, el narcotráfico anda en sus anchas por mar y tierra, la economía, como siempre, solo aumenta en lo macro, por lo que nunca hay circulante y, uno de los mayores problemas es la justicia; débil, titubeante. Y es por eso que la corrupción publica administrativa nos mata como el cáncer al cuerpo. Lo cruel es que en el país, a menos de 2 años para las próximas elecciones, no se vislumbra una oposición clara.

Se dice que la oposición es necesaria para el libre ejercicio de la democracia; aunque no nos unimos a este postulado, aceptamos que el balance nunca le ha hecho mal a nadie. El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que actualmente es el partido oficialista, ha hecho de sus políticas partidarias las políticas de la nación, a la cual se le agregan los caprichos e intereses de algunos funcionarios inescrupulosos. Y con solo una verdadera y sana oposición se podría frenar la vorágine que crea la borrachera del poder absoluto.
Por: Jaime Bobadilla
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